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Politiquerías

2020-03-21 10:38:33 | El Pionero

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Los mensajes del Presidente sobre la situación de salud siguen muy lejanos de las invitaciones a la unidad que los gobernantes de cualquier rincón del planeta utilizan en coyunturas bélicas, de riesgo sanitario o de naturaleza catastrófica.


    

[% orquidea_tag %]A estas alturas del sexenio, y ya en la antesala de la emergencia aún no declarada por el COVID-19, podemos aventurarnos a señalar que ni siquiera el peligro de una pandemia y sus inciertas consecuencias económicas le pondrán freno a la polarización como mecanismo y estilo de gobierno.

Los mensajes del Presidente sobre la situación de salud en la que nos encontramos siguen muy lejanos de las invitaciones a la unidad que los gobernantes de cualquier rincón del planeta utilizan en coyunturas bélicas, de riesgo sanitario o de naturaleza catastrófica.

Podríamos afirmar incluso que, discursivamente hablando, Andrés Manuel López Obrador no está dispuesto a ceder un ápice en el reconocimiento de las razones de aquellos a los que él califica como adversarios, término que siempre hace referencia al Partido Acción Nacional, el villano favorito de la narrativa oficial, pero que también alude, de manera ambigua y generalizada, a entes críticos del empresariado, medios de comunicación, élites académicas, especialistas y organizaciones de la sociedad civil.

Y aclaramos que esa firmeza se limita al discurso, porque es evidente que en el terreno de la realidad y de las definiciones de política pública, el gobierno federal le ha ido dando la razón a las propuestas que han formulado la iniciativa privada, expertos y opositores en el Congreso sobre las medidas restrictivas que deben tomarse ante una posible epidemia que, en otras naciones, derivó en pandemia.

Pero, justamente a unas horas del confinamiento de la población escolar y cuando amplios sectores de la sociedad han hecho suyo el “Quédate en casa”, el presidente López Obrador se queja de los alarmistas que, dice, pretenden manipular a la gente y termina vinculándolos con la corrupción, la resistencia al cambio y el afán de dañarlo electoralmente en 2021.

“Estamos preparados para lo del coronavirus. Tenemos todo lo necesario para aplicar el plan de acuerdo a la estrategia que venimos llevando a cabo desde hace tres meses, antes que otros gobiernos en el mundo y de manera profesional, con la conducción de técnicos y científicos, no de políticos, mejor dicho, de politiqueros, o de columnistas o conductores de televisión que son, ahora, expertos en coronavirus”, expuso ayer el mandatario, resumiendo así sus animadversiones.

Y como sucedió con la eliminación de las estancias infantiles, el desabasto de tratamientos para niños con cáncer, la violencia criminal y los feminicidios, López Obrador no reconoce legitimidad ni autenticidad en los reclamos.

Bajo la etiqueta de que se trata de “politiquerías”, el gobernante desdeña las ideas que, en la práctica, terminan realizándose, como fue la exigencia de que el COVID-19 fuera tratado en el Consejo de Salubridad General, suscrita por diputados, senadores, dirigentes partidistas y hasta por el exsecretario de Salud, José Narro Robles.

Esa acción permanente de negarle créditos a los actores ajenos al gobierno, es asimilada por miles de seguidores activos del Presidente, sus funcionarios y legisladores de Morena y de sus partidos satélites (Partido del Trabajo, Partido Encuentro Social y Partido Verde Ecologista de México), quienes, de manera automática, aceitan la polarización en la conversación cotidiana y en la agenda del Congreso.

Es una polarización que orilla a morenistas a protagonizar politiquerías como ésa de emplear el ya restringido tiempo legislativo de los diputados en ensañarse contra Rosario Robles en un juicio mediático, mientras los congresos en el mundo aprueban ordenamientos para paliar los estragos del virus.

Una polarización que esta semana el diputado Porfirio Muñoz Ledo pidió a sus compañeros de partido deponer, mediante mensajes que no ocultaron la preocupación de quien entiende que ese camino no llegará a buen puerto: “La señora tiene un proceso penal en curso, por lo que está presa y ya fue inhabilitada por la Secretaria de la Función Pública. (...) Es sólo lucimiento político para verdugos improvisados”.

Es la misma polarización que hizo derrapar al subsecretario Hugo López-Gatell con la frase de que el presidente López Obrador nunca sería fuente de contagio porque la suya es una fuerza moral.

Una polarización que el COVID-19 volverá inútil porque terminará desnudando las politiquerías de todos: de los secretarios que quieren seguir haciendo propaganda, aún a costa de la salud de millones; de la oposición incapaz de diseñar un proyecto que no sea la caída de la popularidad presidencial, la de los empresarios que ven en la recesión económica el chance de conseguir lo que no han sido capaces de reclamar en voz alta.

Esa polarización de la que sólo escapa Donald Trump, el único personaje al que aquí nunca se le reclaman sus politiquerías. Una excepción que el virus está subrayando.

Ivonne Melgar/Retrovisor

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